28.7.15

El alpha y el omega (escrito en 2014)

Cómo se conocieron mis padres siempre fue una historia que me gustó que me contaran una y otra vez. Papá regresó de Australia debido a la muerte inesperada de uno de sus hermanos. Él era el mayor de ahora sólo cinco hijos y mi abuela lo necesitaba a su lado. Fue en esos días de duelo cuando conoció a mamá y quedó perdidamente enamorado. Lo malo es que no era el único. Mamá tenía muchos pretendientes porque era una joven muy hermosa. Entre ellos estaba un holandés que le regalaba acetatos de rock and roll y revistas con ideas liberales. También había un médico, quien pretendió a una de mis tías hasta que en una visita familiar vio a mamá. Y finalmente estaban los judíos, a los que mamá nunca les paró bolas. Terminó decidiéndose por mi papá, aunque no estaba muy segura de querer casarse. Mientras lo pensaba, él tenía tiquetes comprados para hacer una gira con dos amigos por Europa. Si ella no se había decidido para cuando llegara a Roma, él tomaría desde allí el avión de regreso a Australia, donde le esperaba una vida con novia, trabajo, casa y carro. Mamá aún guarda un cerro de postales de amor provenientes de todas aquellas míticas ciudades con las que ella, al igual que yo, soñaba. En ellas mi papá le prometía que si decía que sí, él regresaría a Colombia a casarse y quedarse con ella para siempre. Mamá finalmente dijo que sí y eso fue lo que determinó mi destino. Primero vino mi hermana, Juliana. Tres años y medio después vine yo. Me dijeron que fui un bebé muy amigable, siempre tranquilo, hasta que a la edad de dos años y medios, sin motivo alguno, se me metió el diablo y comencé a ser mala. Nadie se explica por qué. Yo no recuerdo nada de eso. Mi mamá me asegura que fui un embarazo muy deseado; que por eso no entiende por qué nunca he estado particularmente agradecida de haber venido al mundo. Cuando me preguntaban qué quería ser cuando grande, yo sólo contestaba “grande”. La gente me explicaba que grande iba a ser de todos modos, pero que la pregunta era qué quería ser o hacer cuando eso sucediera. Pero yo no entendía esa pregunta. Eso no era lo importante. Lo importante era salir de esa estúpida condición infantil que causaba que el mundo no me tomara en serio y por eso nada fuera posible. Mientras fuera niño era imposible ser independiente y por eso era necesario crecer rápidamente. Solo que yo lo hacía muy despacio. Mi infancia duró una eternidad. Yo no quería ser nada en particular cuando fuera grande, ya que cuando fuera grande, estaba segura, sería cualquier cosa que me propusiera ser. Afortunadamente nací el día del Ángel de la Guarda, que me protege a pesar de que yo no crea en él, y crecí rodeada de oportunidades para aprender y encontrar facetas brillantes de mí misma de las que aferrarme para ser buena a pesar de que en mi mundo lo único útil para sobrevivir era ser malo. Si contextualizamos internacionalmente mi nacimiento, podría decirse que sucedió exactamente 2 meses antes de que mataran a John Lennon. Nací con la muerte del ídolo de paz del momento, aunque desde luego a Colombia eso poco lo afectaba, pues acá muchos ni siquiera sabían quién era John Lennon, como por ejemplo mi mamá, quien creció en una familia católica y conservadora, y fue a un colegio de monjas diseñado para impedir que ella y sus compañeras se enteraran de ningún hecho libertario o revolucionario, así fuera musical. El fin de la esperanza mundial a Colombia le fue indiferente (o más bien desconocida) cuando yo tenía 2 meses de edad. Ahora, si buscamos una interpretación esotérica acerca de esa fecha, encontramos que 1980 es el año del mono de metal, en el horóscopo chino. Leonardo DaVinci fue un mono de metal. Son los más versátiles y creativos de los monos. Los vendedores por excelencia. Son peligrosamente persuasivos, altamente sexuales, y muy ágiles en todo lo que hacen. Pero por otro lado, también son vanidosos, superficiales y amorales. Para colmo de males nací a las 4:45 pm, de manera que soy mono ascendente mono, lo que resalta estas cualidades y defectos a su máxima expresión. En el horóscopo tradicional, por haber nacido a comienzos de octubre, soy libra. Mi día se conoce como el de la claridad verbal; es decir, soy aquella que encuentra la palabra perfecta para cada cosa: para alabar y para herir, para convencer y para mentir. Mi hora de nacimiento hace de mi ascendente piscis. Imagínense un pececillo inocente que divaga por el mar, persiguiendo todo tipo de seres llamativos y corrientes extrañas en la ciudad más peligrosa del mundo y, acto seguido, una balanza intentando equilibrarlo, orientarlo, darle pautas, y el pececillo confundido, sin saber qué hacer. Eso describe muy bien cómo se siente estar dentro de mí. Esa es la percepción que tengo de mí misma, por la manera en que pienso y mi mente todo el tiempo está controlando esa alma genuinamente curiosa que quiere perseguirlo todo, explorar cada camino. Ha sido muy difícil acompasar esos dos impulsos permanentes que me habitan y estructuran cada paso, cada decisión, tejiendo poco a poco mi destino.