27.9.10

Cero y van Treinta

Mi primer diario me lo regalaron para mi cumpleaños número 5. Era amarillo pollito con letras rococó color escarlata que decían: Mi Querido Diario.

Me la pasé 2 semanas intentando comprender su función. Le preguntaba a la gente qué se suponía que debía escribir en él y me daban respuestas como: tus sueños, tus deseos, tus sentimientos, cosas que te pasen. Como desde esa época yo ya consideraba que mi vida se fundamentaba principalemente en dos pilares: el aburriemiento y la estupidez, consideré que nada real merecía ser consignado en mi querido diario. De esta manera, lo primero que escribí fue un sueño excitante que tuve la noche anterior. Yo era una mujer adulta, muy bonita, en un barco en una tormenta en la mitad del mar y un hombre joven y apuesto (que aún no he conocido) venía a rescatarme. Recuerdo el sueño aún hoy gracias a haberlo escrito.

Perdí primer querido diario, junto con otros dos que le siguieron y otras cosas de valor sentimental (fotos, cartas, etc.) a la edad de 16. Regresaba a Colombia tras un intercambio escolar y la DIAN decidió que si quería conservar mis memorias, debía "importarlas" al país. Mis papás consideraron que el millón de los impuestos era más costoso que mi autobiografía y de esta manera me quedé sin pasado remoto escrito.

Sólo recuperé la tradición de documentarme a mí misma hasta los 18, cuando, habiendo terminado el colegio, y teniendo a Bogotá como nuevo destino a conquistar, decidí retomar viejas costumbres de escribir mis aventuras por el mundo. Continué la tradición hasta los 25, que regresé nuevamente de Alemania a Colombia, esta vez guardando mis 5 diarios en la maleta de mano y conservandolos aún hasta hoy en un cajón en la casa de mis papás. Desde entonces, se acabaron los queridos diarios y ya sólo escribo mis estupideces y aburrimientos en este medio virtual.

Hoy, a pocos días de cumplir 30 años, son los diarios que conservo y no conservo los que podrían darle la unidad a mi vida que hasta ahora no logro atar. Veo cabos sueltos en mi última página de hotmail, donde conservo mails de viejos novios, amigos, amantes y demás, que incluso había "olvidado". Los leo y me mareo. Siento que mi vida es un carrusel, donde los caballos sin duda alguna son diferentes pero al final todos dan lo mismo.

Mi presente es esperanzador, podría decirse que fui capaz de "salir adelante", de convertirme en una persona de "bien" (sólo porque "bien" hoy en día significa declarar renta, el resto a nadie parece importarle), pero a mis ojos sigo en el mismo punto que a los 5 años. Miro la página en blanco y me pregunto qué es lo importante, si hace falta hacer mis consignas estúpidas y aburridas, si la vida de un ser humano corriente tiene mérito, si debo hacer un esfuerzo en ser extraordinaria para que me lean, para que me escuchen, para que mi vida tenga sentido o valor. A veces, en intentos desesperados, logro escribir algo ppor fuera de mí misma que podría resultar excitante. El resto, como ya saben, es la cotidianidad de mi vida, la verdad de mi autointerpretación, en tres palabras: mi estúpido querido diario.

¿Para qué me escribo? Es una pregunta que me he planteado desde que me enfrente a ese primer querido diario, cerrado con llave, que quería aludirme a guardar secretos. pero no, no me escribo para guardar secretos. Me escribo para que mi vida no pase en vano, para que cuando cambie y me transforme en otro ser, como tantas veces me ha sucedido, tenga información de primera mano acerca de esa otra "yo" que ya no está, que se fue. Escribo para conservar la memoria de tantos amores desvanecidos, tantas amistades silenciadas, tantos epidodios escondidos en algún misterioso lugar de la memoria. Escribo para que el dolor que ya no duela, para que tanto pasado, tan pesado, no pese.

La "yo" de 5 años del querido diario extraviado que he perdido para siempre y la de 30 que teclea en este instante, que mañana será otra, una desconocida, o una muerta.

¿30 años y quién soy? Tan sólo episodios sueltos, como capítulos de una serie en desorden, que se entienden sólo porque hay unas constantes en los personajes, que envejecen, que son reales, que cada día viven uno menos y cada año se acercan más al final. Todos me toca verlos a mí, olvidarlos a mí, tergiversarlos a mí, escribirlos o no a mí. Tal vez por eso sea "yo" y esta sea "mi vida". Yo soy mi querido diario.

Es muy triste que eso no le importe a nadie. Corrección: que sólo me importe a mí. Yo y mi vida. Yo en mi soledad. Yo en permanente transformación. Mi yo pasado en diarios perdidos, más queridos que nunca. Mi yo presente en una pantalla impersonal. Mi yo futuro imposible de adivinar.