24.5.10

¿Qué es ser colombiano?

Es una pregunta que me he hecho muchas veces y que aún no logro responder a cabalidad.

Haber nacido en Colombia, dirán unos. Y yo les contaré de tantas personas que conozco que nacieron acá y no saben español. Eso no es ser colombiano.

Pertenecer a Colombia, dirán otros. En esta respuesta puedo detenerme un poco más. Me parece, en principio, acertada. El problema está en definir qué es pertenecer. ¿Basta decir con que uno pertenece para pertenecer? Me parece que no es tan sencillo. Que en el pasaporte diga que uno es colombiano, tampoco es garante de nada. Se puede ser colombiano, sin ser colombiano, pienso yo. Me explico, se puede haber nacido, crecido, vivido toda la vida dentro de los límites territoriales de este país y aún no ser de este país. Ese es casi mi caso, con excepción de 5 años que viví por fuera, y aún no me siento colombiana.

¿Qué me siento entonces, si no Colombiana? Si duda alguna paisa. Más paisa que la arepa, eso sí. Aunque no conozco todos los rincones de mi bella Antioquia, sí muchos. Hablo este idioma, entiendo esta cultura (a pesar de mí misma) y me como contenta su comida, así como canto enteras algunas (la verdad muy pocas) de sus canciones. Pero Colombia… la sola palabra me parece remota. Sé muy poco, cómo entonces podría auto designarme co-lom-bia-na? Demasiadas sílabas para un ser de tan corto alcance como yo.

En una semana hay votaciones para los colombianos. ¿Que por quién voy a votar yo? (sí, ya sé que nadie me está preguntando, pero aún así voy a seguir haciendo como si alguien lo estuviera haciendo). Pues por nadie. No voy a votar. Voy tranquila por la vida, contestando sinceramente, como sólo sé hacerlo; y alrededor mío todo (casi) el mundo (otra exageración) se escandaliza. Unos me amenazan que luego no puedo quejarme del presidente que quede, otros que cómo me atrevo a rehusar ejercer mi derecho y finalmente unos cuantos que qué desperdicio ese votico (pensando sin duda alguna en los que le quedarán haciendo falta a su candidato).

No es sólo que esta constelación de candidatos no me resulte particularmente atractiva (es cierto que no lo hace), es que ser colombiano, como ser de cualquier parte del mundo (el solo hecho de tener una etiqueta en un papel insulso llamado pasaporte) es una trampa. Una en la que no pienso caer. Ya tuve que caer en la del sistema educativo a la fuerza (comenzó con gritos suplicando no ir a la guardería y terminó recibiendo un grado por correo porque detesto las ceremonias de ese tipo). Ahora que puedo, voy a rehusarme a caer en la trampa del sistema democrático.

Cuando uno nace, se tiene que acoger a las trampas de la vida o morir. Yo soy demasiado cobarde como para darme muerte a mí misma o provocármela vía terceros. En verdad, quisiera ser aún más valiente y rehusarme, no a partir de negaciones, sino de acciones. Desde luego, el temor de cometer estupideces extremistas (aunque sumamente bellas) como los aviones estrellados contra las torres gemelas, me aseguran un siempre cómodo puesto de pasajero gratuito, de inconforme inactivo, de mediocre refunfuñón. Y eso soy, tampoco aspiro a más.

Pero esa cuota de inacción es suficientemente saboteadora y escandalosa para hacerme feliz (feliz? No estoy muy segura que esa sea la palabra, tal vez la palabra que defina el sentimiento no exista), y lo mejor: no me garantiza un boleto a la cárcel porque es perfectamente legal. Es tan anónima, que nadie se ocupa de castigarla, aunque muchos la repudien. Yo quisiera que los repudiadores se sentaran a pensar conmigo, o sin mí, pero por lo menos a pensar (por una vez en sus largas vidas) en que no hay que aceptar las trampas, en que esta silenciosa resistencia (no tan silenciosa después de todo), lograría mucho más si muchas más personas la asumieran. ¿Existiría la democracia si el 99% de los votantes no fueran a votar, ni acudieran a ningún discurso de ningún candidato, ni participaran en ninguna encuesta, etc.? De dónde sacarían ánimos los políticos para ser políticos si no existieran los adeptos? ¿Discursos ante plazas vacías? ¿Volantes sin repartir? ¿Banderas asfixiadas en el suelo? La anarquía no existe porque este mundo no es de individuos (aunque la modernidad se empeñe en repetirlo) sino de animales políticos, como bien lo sabía Aristóteles.

Pero nunca me he tragado mucho la baba aristotélica. Si me la tragara, habría creído en el silogismo: “si Medellín es de Colombia y yo soy de Medellín, por ende soy colombiana” y nada de esto hubiera sido necesario. Por lo tanto, aunque me considero animal, no me considero político. A eso se resume mi apuesta (y apuesto a que no es mía, sino que ya mucho antes se la habían inventado), es una lástima que pocos lo entiendan.

En este país hay una nefasta combinación de valores tergiversados con pasiones extremas. Sólo esas palabras bastan para explicar la violencia que tenemos. Habría que cambiar alguna de las dos, pero parece que no es tan fácil. Sólo a un presidente cínico incendiario como Uribe se le ocurre internacionalizar esa llama con una campaña como “Colombia es pasión” y vivir del negocio de la guerra desde el poder. En vez de alimentar esa larva letal, habría que darle tregua, permitirle que en su capullo madurara algo maravilloso, pero no damos tiempo a nada con las invasiones permanentes de esta era. La materia prima se queda en sólo eso y nos preguntamos todavía por qué en medio de tanta riqueza seguimos siendo tan pobres. Mientras tanto, todos se preocupan exclusivamente por quién va a votar uno, pero jamás por la solución a los problemas.

Para terminar quisiera compartir unas cuantas hipótesis sobre los candidatos de esta contienda electoral:

1. El pobre Santos es tan feo que ni siquiera puede salir en sus propias campañas. También podría pensarse que sus campañas son tan malas, que ni él quiere salir en ellas, pero creo que es más acertada la primera hipótesis.
2. Pardo no va a ganar porque no genera recordación. De otra manera, no me explico por qué nadie habla de cuando Escobar lo secuestró en la Catedral y sobornó así a Gaviria para escaparse; o de cuando traicionó una negociación con la guerrilla con el ataque a Casa Verde.
3. Petro es un hombre mal vestido, peinado y hablado. Eso tiene explicación en su pasado guerrillero. Los colombianos no son capaces de elegir a un exguerrillero mañé, así sea más inteligente que el resto.
4. Noemí Sanín no es paisa. Paisa que se respete se sabe el himno de Antioquia antes que el de Colombia. Esto reafirma su fama de traidora.
5. Germán Vargas Lleras es un político natural que nació cuando eso ya no se usaba.
6. Mockus es la prueba viviente de que la juventud colombiana es más facha que la generación de padres y abuelos uribistas, y lo peor es que aún no lo saben.