8.12.09

Divagaciones sobre el amor

De alguna manera inexplicable, el amor tiene siempre el poder de volverte la vida mierda, una y otra vez. No importa que ya hayas pasado por lo peor; pasa el tiempo y nuevamente cualquier desplante que te tome más o menos por sorpresa, arrasa con lo poco que haya logrado sobrevivir en tu ya muy aporreado corazón. Incluso desastres con etiqueta de advertencia tienen también un poder destructivo significativo. Los sentimientos son de un cristal tan frágil que basta un grito o una palabra fuerte para hacerlos volar en mil pedazos, imposibles de volver a armar en su situación original y fingir que nada ha pasado, que no hay grietas por las que escapen lágrimas de dolor, vergüenza, rabia, arrepentimiento y hasta amor.

El amor es un pésimo cómplice de las promesas. Se echa para atrás en cuanto un viento adverso cambia un poco el rumbo de las expectativas. El romance dura lo mismo que un poema y, una vez llega el silencio, la rutina de tener las mismas palabras para las mismas cosas siempre, aniquila segundo a segundo las pasiones que alimentaron alguna vez sueños ya lejanos de quereres eternos, viajes hipotéticos y demás sueños que se desdibujan en las mentes a medida que se actualizan en un presente que llamamos vacío, pero que en realidad está lleno de una confianza que no apreciamos porque no excita, de una lealtad que como no arriesga se nos vuelve invisible, una compañía, que porque no sorprende creemos que no aporta ya nada nuevo.
Que error es confundir el amor con pasión, qué estúpido no valorar la amistad. Qué apresurado e ingenuo es creer que ya se ha pasado por lo mejor, como si pudiésemos predecir la naturaleza, la vida, los demás o a nosotros mismos.

14.10.09

La simple historia de una mañana en la vida de Juan

Juan caminaba por la calle sin esperar nada. Era un día más, como cualquier otro. Veía un paisaje al que estaba tan acostumbrado que no le prestaba ya atención. No pensaba en nada en concreto, sencillamente se limitaba a dejarse a llevar por el ritmo del andar, que le resultaba completamente natural tras sus veintitantos años de vida.

Al llegar a la parada de bus se detuvo sin prestar atención a las personas que esperaban allí al mismo bus, o tal vez a otro. Cambió la canción del ipod que comenzó a sonar en ese momento, pues se le hacía que las 7:30 a.m. no era una hora apropiada para system of a down. O por lo menos no justo ese día, en el que el mundo era tan suyo, o más bien él era tan del mundo, que casi parecía que no estuviera allí, o que no hiciera falta que estuviera allí. De repente, este mismo pensamiento, le devolvió por un par de segundos la conciencia de estar vivo y sentir un asomo de asombro por la existencia. Por fortuna, are you gonna be my girl no era una canción que estimulara pensamientos profundos como aquel, que apenas si logró tomar forma en su mente; y acto seguido, sin proponerselo siquiera, se empeliculó imaginando un episodio amoroso hipotético con una chica potencialmente tan buena como la de la canción, que lo elegía a él por encima del imbécil de Guillermo, a pesar de que él no tuviera ni su pinta, ni su carro, ni su soltura, ni ninguna de esas cosas que estaba claro que los diferenciaban y hacía de Guillermo un tipazo y de Juan un donnadie.

Lo que más le molestaba de todo era que ni siquiera podía odiar a Guillermo, pues no era mala persona. Todo lo contrario. Era… y antes de comenzar a atribuirle bondades notó que Jet había terminado su canción y que su fantasía se estaba extendiendo más de lo necesario, no sólo en tiempo, sino en reflexiones paralelas que tampoco le ayudaban a comenzar con buen ánimo el día.

Para su fortuna, el bus llegó en un lapso inferior a los 30 segundos siguientes y no tuvo que preocuparse de encontrar con qué distraer más su mente. Subió, pagó el viaje y al darse vuelta hacia los asientos vio a Mariana. Mariana había sido novia de uno de sus mejores amigos. Pero ahora curiosamente estrechaba cada vez más los lazos con ella mientras se distanciaba más de su amigo. No tanto porque se lo hubiera propuesto así, sino porque con frecuencia se la encontraba en los buses y en la universidad, ya que la similitud de horarios y el hecho de tomar la misma ruta de bus generaba estos repetidos encuentros, ientras que su amigo iba a otra universidad y cada vez era más difícil sacar tiempo para cruzar la ciudad y verlo.

Apagó el ipod y envolvió los audífonos alrededor del dispositivo mientras se sentaba junto a ella y le dirigía un saludo estandard.
-qué más?
-bien o no?
-ah bien.
-vas pa clase?
-no, para la biblioteca
-con razón, ya me extrañaba porque la vez pasada te entendí que los martes en la mañana los tenías libres
-sí, pero hoy hay una tutoría en cálculo para presentar el final, que no puedo perder.
-con cuánto lo tenés que ganar?
-4.5
-uff, la tenés difícil- y tras decir esto, Mariana sonrió con una intención que Juan no supo si era de ánimo o consuelo o las dos al tiempo. En ese mismo instante, antes de poder determinar cómo se sentía frente a este gesto y estando aún totalmente desprevenido, sin siquiera haber pensado en esa posibilidad antes, Juan se dio cuenta que Mariana le gustaba. Y no era que le pareciera bonita su sonrisa, o ella, no. Era más bien una calidez delicada escondida muy adentro que de repente se hubiera extendido gracias a esa sonrisa y le hubiera dejado un mensaje contundente que decía que no le gustaba sin más, como cualquier chica bonita, sino como una especial de la que se está a punto de enamorarse. Él ya conocía ese sentimiento, la vez pasada no había llegado tan de repente, había sido más fácil identificarlo pues crecía con el entusiasmo del día a día. Pero ahora, de repente, se había dado cuenta de que la vida le había cambiado en un instante y ya nada volvería a ser igual con ella. Pero, ¿por qué? ¿Cuántas veces se había reído Mariana?, muchas. ¿Y por qué antes no se había fijado en ella? ¿Por qué sólo le parecía una compañía agradable para pasar sus trayectos en el bus y ya? ¿Por qué resultaba de un momento a otro que una sonrisa le anunciaba que se abrían las puertas de un amor, cuando Mariana hasta ese día no le había inspirado ni una sola paja, cuándo ni siquiera sabía si tenía las tetas grandes o pequeñas?

-¿Por qué me estás mirando las tetas? –dijo Mariana, pasando de la dulce sonrisa a un incipiente enojo.

9.10.09

El Eterno Retorno al Querido Diario

Por fin después de tanto rato, vuelvo a tener ganas de escribir.
A veces la felicidad sabotea el arte. De hecho, es casi siempre así. Y ni hablar del amor. Por lo general la creación artística nace de la soledad, del amor que no hay a quien entregar, de la felicidad que no hay con quien compartir y que se amarga en nuestro interior. Entonces el ser que lo guarda lo transforma en un medio de expresión que entrega a todos y a nadie simultáneamente. En un mensaje que tiene un significado para él en ese momento, al siguiente uno diferente y que los demás interpretan, cada cual a su modo, también variablemente según el momento.

He intentado crear historias, sea escritas, sea en fotografías o en dibujos. Pero siempre todo termina siendo un maldito diario. Una historia de mí misma, que ni siquiera es alegórica, sino simplemente un repaso de los días vividos, del orden cronológico, como si fuera la única manera de hacer intelegible la realidad.

He estado castigándome todo este tiempo, impidiéndome la escritura de diarios y por lo tanto la escritura en general, porque hijuemadre que se me acabaron las historias!

Presiento que un gran cambio ha comenzado ahora que me he contagiado de una enfermedad incurable que ataca el ego. Sufrirla me ha abierto los ojos. Y aunque no es divertido no tener segundas oportunidades y tener que aceptar la vida como es (es decir, sin segundas oportunidades) creo que si no fuera así, jamás hubiera sido consciente que he resumido mi existencia al ego, a la perpetuación de su imperio, que es uno mezquino, pesimista, radical y muy lúcido, pero amenazado constantemente por episodios de demencia que se valen de transtornos del sueño para manifestarme mi otro yo, subyugado, furioso, que quiere apoderarse de mí, vengarse y llevarme a los terrenos de la locura, del no leguaje, de la oscuridad, del olvido permanente donde por fin el gran ego no podría reinar sobre nada, porque ya no quedaría nada de mí, es decir, de este yo que acojo en mi identidad, en mi memoria. De este ego que llamo tercamente "yo", como si me limitara a eso y en eso terminaran mis posibilidades. ese yo atrofiado que me ha conducido a desgracias y a una rutina de vida que no me molesta pero que definitivamente no quiero, pero que me resultan tan difícil dejar.

Una vez más, lo que ha abierto la puerta de escape a la confusión, al dolor, a la depresión, fue el arte. Sputnik, mi amor de Murakami fue fundamental. Radicalmente terminó la autocompasión, los sueños de un día a otro volvieron a ser intensos más no aterradores, volvió a fluir el aire que respiro y con el la motivación vital.

Por delante quedan otras costumbres que cultivar y consolidar. No sé aún cuáles, pero tengo la certeza de las que no volveré a frecuentar. Tengo el reto de introducir un cambio en mi vida. Uno fundamental. He buscado tanto el aprendizaje de la humildad sin haberlo encontrado. Ahora ha llegado, se ha impuesto, no me ha dejado alternativa. Debo abrirme a otra persona, me veo forzada a confiar en un mundo en el que ningún rostro me inspira confesiones. Pero si no lo hago, no creo que pueda sola, pues llevo años intentando encontrar por mi cuenta la salida y sólo logro recorrer círculos viciosos de nefastas consecuencias.

He dejado de ser rebelde, no porque haya muerto en mí sentimiento, sino porque la vida hoy me tiene en un jaque permanente. Y cuando la rebeldía es forzada, no es rebeldía, por más que adentro siga vivo ese fuego adolescente, soñador, inconforme y asqueado.

El mundo… no sé qué es el mundo. Sólo sé que me lleva consigo y que pronto me tragará, me destruirá y si acaso exhale unos cuantos gases con mi aroma más putrefacto. A eso se reduce la vida de mendigos y millonarios y señoras solteras que se creen niñas y se pintan las uñas de rosado como yo.

No, este no es un adiós. Estar enfermo del ego no es más que el comienzo de un nuevo ciclo que aún me resulta extraño e inhóspito.

Espero que esta sea la última entrada a mi querido diario en mucho tiempo. Ojalá a partir de este momento más historias desde el otro lado. Deséenme suerte que voy a necesitarla. Y también valor.

2.3.09

Filosofía en Rebaja

La muerte de un solo sentimiento puede ocasionar un derrumbe masivo de decisiones. La fragilidad de la circunstancias es latente y su estabilidad está garantizada únicamente por un pacto entre las intenciones -que siempre termina por ser variable. Cuando los verdaderos intereses se revelan, nada vuelve a ser lo que solía. Nos encontramos con que todo lo que conocemos, teniendo la misma cara, es extraño, oscuro. La simpleza se esconde como el sol ante la noche, entonces aparecen los secretos y las pesadillas. Los placeres a los que somos adictos se apoderan irremediablemente de nosotros justo cuando creemos que podemos descifrarlos, distrayendo así la posibilidad de obtener cualquier respuesta y ratificando nuestro vicio. De nada sirve que un espíritu altruista pseudo-cientificista haya sido el motivo para arriesgarnos llegar al umbral. Siempre morderemos la manzana. Nunca resolveremos el principio de incertidumbre. Viviremos hasta la muerte con la duda del ser o no ser. Y entonces nada tendrá sentido. Sólo así nos redimimos.

20.2.09

Definiciones

El arte es la sublimación de la vida, sin importar el medio de expresión que se encuentre para manifestarlo. Poesía es la capacidad de ver lo sublime de cualquier cosa, en cualquier aspecto. El arte es aquello que contiene poesía.

16.2.09

Trilogía del Desconcierto

1.
Se suponía que ella era la racional, la incrédula, la existencialista. No iba a misa, ni siquiera por condescendencia con su familia, que era tan religiosa. No era que fuera rebelde, ya estaba demasiado vieja para eso. Además vivía en un mundo en que tolerar era el pan de cada día y las ideologías no iban más allá de del marketing de identidad. Ya no había nada contra qué protestar, acaso porque todo, todo, fuera digno de protesta y por lo mismo inútil cualquier queja, crítica u oposición.

Su madre no era así. Ella había nacido en otra época. Una en la que aún se usaban uniformes. Una en la que aún había cosas que no se compraban ni se vendían. Aquella en la que se llevaron a cabo las últimas revoluciones. Y no era que su madre supiera mucho sobre todo eso, pero aún así lo representaba. Al fin y al cabo era su madre, quien la había criado, es decir, quien le había permitido y patrocinado ser quien era, a pesar de sí misma.

Esa noche por fin se acordó de mostrarle el dedo.

-Mira mamá, el anillo me estaba pudriendo el dedo.

Ella había pensado que si se lo hubiera dejado unos días más, probablemente hubieran tenido que amputarle el dedo. Como el anillo había estado encima todo el tiempo, no lo había notado. Tampoco había sentido síntomas. Nada de rasquiña, dolor o ardor. Nada. Se lo quitó solo porque se quiso bañar totalmente desnuda, un capricho. Y entonces vio la marca de piel entre roja y negra, hinchada, con bombas semi-brillantes que le rodeaban todo el dedo como una serpiente que se prepara para destrozar a su víctima silenciosamente.

-¿Habías oído alguna vez que uno supuestamente carga la energía de las personas que te regalan joyas? –le dijo a su novio al salir de la ducha, mientras le mostraba la marca asquerosa del anillo.

-Lo peligroso de eso, es que uno lo dice y se lo termina creyendo -respondió él. –Y aún así te admito que esa niña nunca me gustó, te lo dije desde que la conocí. Y también te dije que ese anillo no me gustaba, que no se lo debiste aceptar. Prométeme que no te lo vas a volver a poner. –dijo mientras le daba un beso en la piel sarnosa.

Ella se lo prometió y durante esos días aún se sintió incómoda con todo el asunto. Quiso hablarlo con su madre, pero lo olvidó una y otra vez hasta esa noche.

-Ah, sí. Eso pasa cuando uno no está acostumbrado a los materiales baratos. Me ha pasado varias veces. Te toca primero ponerte el anillo en un dedo, luego en otro, dejar que el dedo respire, luego volverlo a intentar, y así hasta que la piel se acostumbre y lo tolere- dijo la madre en tono cotidiano y acto seguido abandonó la habitación de su hija despreocupadamente.

2.
Iban los dos en un bus de servicio público. Ella no lo usaba mucho, pues tenía su propio carro. Antes tampoco lo había usado, porque nunca le hizo falta, porque en su medio, a nadie nunca le hacía falta. No se acostumbraba al radio a todo volumen, al olor permanente a monóxido de carbono, a las frenadas en seco y los brincos quiebra columnas. Montaba en bus cuando él, que no tenía carro, se ofrecía a recogerla en la estación de metro donde ella se bajaba los días que tenía pico y placa, y la acompañaba hasta su casa con la condición de que subieran en bus.

Entonces ella, que estaba enamorada, no tenía más remedio que aceptar, pues el amor siempre doblega la voluntad. Si no, no es amor, pensaba ella. Y el hecho de montar en bus gustosa a su lado le daba esa certeza.

-Buenas tardes damas y caballeros. Permítanme robarles uno o dos minutitos de su apreciado tiempo para ofrecerles una oferta de este delicioso producto que estamos promocionando en el día de hoy.

Si hubiera sido por ella, no hubiera recibido ni en esa, ni en ninguna otra ocasión, las muestras de los productos que el vendedor ambulante de buses le ofrecía. Detestaba todo de ellos: su redundancia discursiva, su aspecto, los productos de baratijas que vendían y más que todo: el maldito tono de voz que ponían. Todos hacían el mismo, como si no hubiera otro, como si les garantizara el éxito, como si no se dieran cuenta de que no surtía efecto desde que todos seguían siendo unos muertos de hambre.

-Te disgustan tanto es porque no los comprendes- dijo él asegurándose que el vendedor, ya en la parte trasera del bus, no podía escucharlos.

Ella lo miró a los ojos queriendo defenderse, pero no había palabras que la pudieran liberar de la sinceridad de aquel sentimiento de desprecio.

-Ellos son como los comerciales de tv. Sólo que viendo tv no te quejas, te los tragas igual y hasta te entretienes con algunos. Pero es lo mismo. Ellos son la inevitable pauta comercial de un viaje urbano. Interrumpen esa historia que ves a través de la ventana. Te intentan vender algo a las malas, te obligan a atenderles. No los respetas, únicamente porque son humanos: están ahí en vivo y en directo y contradicen con su miseria el mismo principio capitalista que los ha llevado a montarse en este bus en que estás tú, en que puede estar cualquiera. Toleras más una representación, un cartel o un video, que una vida que puede verte, tocarte y hasta presentir que te hace sentir mal. Curiosamente respetas más algo que se burla de ti y que puede hacerlo porque te desconoce y desde ahí te ilusiona con sentimientos inexistentes que tu crees que puedes alcanzar comprando lo que te dicen que hace falta, a alguien que te ofrece realidad y hasta podría llegar a sentir y hacerte sentir porque sabe quién eres. Pero tú no entiendes, nunca vas a entender. Y acaso por eso es que crees que me amas.

Sin decir más, el chico se bajó del bus. Ella permaneció muda, sin encontrar palabras que la pudieran liberar de ese sentimiento de desprecio de sí misma por no entender algo que realmente no comprendía.

3.

5.1.09

El 2008 en la balanza


Hace rato que no te he escrito, que no me he escrito. Ni una palabra en más de dos meses, mucho para mí en todo caso. Creo que las personas solitarias son quienes viven de la escritura (o el arte en general), pues llega un punto en que necesitan evacuar cosas que no pueden compartir con nadie, entonces las escriben para compartirlas con todos, es decir, con nadie, es decir, con un alguien indefinido, potencial, imaginario, casi inexistente. Es una técnica de comunicación cobarde y valiente simultáneamente. Indirecta, en todo caso. Es como mandar señales de humo ante un horizonte despoblado. No importa que no haya respuesta, el sólo hecho de llevar a cabo la acción genera alivio, como si por lo menos hubieras agotado posibilidades. Como si hubieras dado todo de tu parte para creer y tan sólo esa idea te haga sentir menos culpable de no hacerlo y sencillamente limitarte a vivir y ocasionalmente volver a escribir, como para no dejar de tantear el terreno. Es una actitud casi que científica. Es todo un dispositivo de existencia.

Inmersa en este dispositivo de existencia, pasó todo un año, que pienso catárticamente mientras escribo. Esta navidad estuvo tan agitada que no he tenido ocasión de reflexionar. Éste momento, en que debería estar trabajando o recuperando sueños atrasados para no quedarme dormida mientras trabajo, es un buen momento. Pensar en esto no me permite quedarme dormida. Es curioso que el interés siempre disponga de fuerzas extra a las que la obligación ni siquiera puede aspirar.

El 2008 se llevó a cabalidad, es decir, se lograron las metas que me tracé en 2007, que planeaba incluso en 2006. Afortunadamente, cuando me trazo metas, ya sólo lo hago a nivel profesional, y no se me ocurre más intentar ponerle control al aspecto sentimental. Creo que finalmente entendí que este aspecto es imposible de controlar. Y por lo mismo poco productivo evaluar. Sigo entonces con el tema laboral.

Cambié de trabajo, regresé a la política, me reconcilié con una parte del mundo con la que había estado en guerra por más de 6 años. Ingrid tuvo que ver, sin duda alguna. No por ella misma, sino por lo que representó para este país. Uribe también, por más que me duela reconocerlo. Fajardo tuvo otra porción, conocí su aporte a la ciudad a través de mis dos trabajos de este año e identifiqué un camino abierto que me permite hacer un recorrido y abrir otros caminos que me conduzcan y puedan conducir a quien más quieran hacerlo a otras posibilidades.

Pero quien acaso más influencia tuvo fue en general el trabajo que dejé y las personas que conocí a través de él -Fabio Rico entre ellas-. Tener la posibilidad de bucear en las tradiciones, hacer un viaje a las raíces. Fue como el Burnt Norton de mi vida, para ponerlo en términos de T.S Eliot, poeta con quien más conexión he sentido en mi vida. Sólo hasta ahora puedo reconocerlo. Y curiosamente cuando terminaba este trabajo de comprender la semilla, ella, mi abuela, se moría. Se dejaba morir, vale decir. Y sentí con gran dolor que heredaba el mundo que ella y los suyos construyeron, que ahora yo y los míos recibímos. Supe que es la hora de saber qué vamos a hacer con él, de tomar una decisión, que, además, debe ser la correcta. No basta sólo con vivir, es muy arriesgado y la generación de nuestros padres pueden constatarlo. Hay que ser una generación más inteligente, a la altura de los conflictos que recibimos. Hace falta un plan para que todo este desborde de mundo nos vuelva a caber algún día entre las manos, unas manos sabias que sepan cómo tratarlo, en vez de destruirlo espontánea, ingenua y placenteramente, como hasta ahora.

Entonces, por primera vez en la vida, tras 28 años a la deriva, todo tuvo un sentido, salido del sinsentido mismo que me dio vida y dio vida y muerte a todo lo demás. Por fin adquirir un proyecto y encontrar una causa que realmente me parece digna y así sentirme como una forma perfecta de la naturaleza cuando encuentra el cosmos en medio del caos. Eso fue como haber dado con un salvavidas en medio del mar incomprensible universal donde comenzaba a cansarme de luchar y ahogarme lentamente en la desidia, el cansancio y más que nada el desespero. Tuve ataques de malgenio que creí que se volverían crónicos dada su intensidad y frecuencia. Afortunadamente no fue así y una tarea para nada esperanzada pero sí muy concreta y posible me dio algo de norte, de calma. Una puerta que se abrió para sacarme de la rutina de disipar mi malhumor con trabas, esperando futilmente una cura, cuando lo que cosechaba era una nueva enfermedad. Un trabajo que comienza desde su misma base y me permite ser conciente de la forma que adquiere con cada paso. De lo que debe hacerse a continuación. No por nada usé la palabra pro-yecto (que tiene la particularidad que su sustantivo usa la conjugación del verbo en la primera persona singular, generando ese sentimiento de envolvimiento y responsabilidad!) Y a pesar de ser un proyecto real y/o digno, no sirve para nada. Es importante aclarar esto: la defensa de cualquier cosa, la que sea, es inútil en sí misma, sin escapatoria (por aquello del omega). Y sin embargo, llevarlo a cabo, podría cambiarlo todo, o mucho, o un poco, o algo. No importa qué tanto, nunca he sido de cantidades, en especial cuando la economía depende de artefactos hologramáticos como el efecto multiplicador. Una técnica que puede usarse con otras intenciones, como ésta. Por eso hablaba al comienzo de dispositivo, por su potencialidad. Lo definitivo es hacerlo, disfrutar de ese momento en que todo adquiere una forma armónica y, sin importar si con o sin sentido, es bello y gratificante. Porque esa es la vida, desde la pulga hasta la ballena, pasando por mí, por ti, por todos, incluso los indefinidos.

La lección más importante del 2008 llegó justo con el cambio de año, con sus días agotados, listos para ser mirados en retrospectiva. La conclusión ya la sabía: la vida no da segundas oportunidades. Lo perdido, perdido está. La noche (o el año) que llevó de una idiotez a otra no se va a repetir para que puedas deshacer una a una las acciones y palabras y recuperar todo lo que, de la manera más estúpida y adolescente, perdiste, como si hubieras ido "all in" por un par de 3 en un juego de póker que al igual que en el mundo, no le crees a nadie que tenga algo realmente y piensas (el maldito pensar!) que con tu insulsa suerte podrás vencer el azar. Pero no, porque la vida está hecha de sorpresas y no existen segundas oportunidades. Lo perdido no volverá y muy probablemente tendrás que soportar el dolor de ese gran esfuerzo hecho para nada, ya atrapado por el agujero negro del pasado que se abre como caja de pandora en tu insomnio y se inmortaliza en la memoria para torturarte día a día tu corazón voluble, tu orgullo imaculado, para quitarte ilusiones, oportunidades para siempre. Pero así como conocías la maldición, conoces también la solución (y ese saber no significa comprender, a lo mejor necesitarás 28 años para hacer esa diferencia y hasta entonces repetir errores): que la vida sigue, seguirá y te repartirán nuevas cartas que llegarán inexplicablemente y que serán tan envolventes que olvidarás estas preguntas fundamentales (en el sentido literal de la palabra) y te resignarás a jugar con toda la pasión que te permita tu ser.

Y es que no hay segundas oportunidades, pero sí terceras y cuartas, sencillamente "otras", diferentes a las primeras, sin importar qué tan parecidas o falsamente repetidas, atadas acaso en una dimensión de sentido que no percibimos en nuestra ciega tridimensionalidad. Nunca vuelve lo mismo, pero siempre vuelven otras cosas, porque no por nada en la postmodernidad se llegó al lema "show must go on", en nuestro más patético intento de ser creadores y no resignarnos a actuar como marionetas de lo inintelegible, porque aún nos rehusamos a creer (entender?) que el máximo poder no está en la razón. Y mucho menos que los humanos no somos la cúspide evolutiva. O tan siquiera, que la vida, o sencillamente la existencia, no es una finalidad, ni mucho menos un medio. Very tricky. Very. Hace falta una mente abierta, pero más que nada valiente, para soportar la idea y continuar sobre esta base. Hace falta una gran disciplina y un espíritu que haya sufrido pero no haya sido derrotado para reponerse y trazarse un proyecto a la medida de su humildad, sin por esto dejar de desafiar sus capacidades.

Llevo poco tiempo en este trayecto, sin aspiraciones diferentes a vivir una vida sensata, comenzando a entender que mis excesos tan sólo han sido la repetición de un patrón que ha comenzado a quedarme pequeño y por lo mismo sientiéndome capaz de cambiar, lo cual, en la especie humana, en especial en ejemplares tercos como el mío, es una especie de milagro.

El 2009 empieza en la misma ciudad, en el mismo espacio-tiempo, pero con una realidad, que no por familiar o reconocible es parecida. Estoy viviendo otra vida, así de sencillo, tal y como en otra mano de la misma partida. O acaso como en un universo paralelo. Nuevo lema, nuevas fichas, nuevo dispositivo. En 2010 les contaré a dónde me ha llevado.