11.6.10

No me digas tu nombre

Tengo un amigo que me dice labababilla. No sé qué es peor, si baba o babilla. Tengo otro que me dice que yo no tengo concepto de un culo. No sé si sea mejor cambiar de amigos.

En realidad me llamo laura, pero prefiero l. Entre más corto el nombre, mejor. Acaso sea una proyección de cuánto le dure a uno la vida y qué tan clara se exprese. Laura es suficiente. Ni longevo como Maria Catalina Gardeazabal, ni tan trágico como Ana. Pero es confuso, Claudia? Clara? Paula? No les veo el parecido, pero me sucede a menudo. Lo peor es que tampoco genera tanta recordación como Bianca Eroti, por ejemplo. Quién podría olvidarse de una Bianca Eroti por favor? A cada rato me dicen Luisa, a veces incluso Lina. Supongo que Laura es un poco insulso y acaso he fortalecido mi carácter al punto de evitar que el mayo número posible de personas me olvide? Is it anybody outhere. A veces soy como el sol en un día nublado, frío y lluvioso que todos olvidan con las distracciones que ofrece la moderna vida sedentaria.

Tuve un novio que me decía laurasita y me hablaba con voz suave como susurros de promesas doradas que hicieron eco en mi corazón. Ahora tengo uno que a veces deja escapar un sencillo “pequeña”. Y me gusta porque se adapta perfecto a mi irónica grandeza amorfa e insignificante, cuando no soy más que una “pequeña” l.

Nunca nadie me ha llamado fonéticamente. Ele. Me gustaría más que Laura?
Tampoco he tenido apodos. Siempre me han dicho Laura. Algunos han intentado decirme Lauris, Lauri o Lali, pero se frustran tarde o temprano. Un colombiano en Alemania me decía que yo era peligrosa por traicionera. Tal vez nunca me gustó él porque era sincero (además de Uribista y cizañero) y sus palabras sin filtro herían mi ética y vanidad. A lo mejor necesité una dosis más fuerte de su parte, pero la evité a toda costa, cobardemente. Tal vez porque me hacía sentir el dolor que produce el veneno del juicio que aplico todos los días a todo. Del dictamen final con el que ordeno y concluyo. Laura! Puro imperativo. Sin diminutivos. Como un dolor intenso de un segundo. Cuando en realidad no es más que un caos sin pies ni cabeza, que se esconde bajo ese palito con ese puntico con carita de yo no fui.

Ya dije una vez que l de lila, loo, love y libertad y así fue. Ahora digo que l. y sabrá dios cuando decida regresar a las novelas. Es una ansiedad que me carcome por dentro, pero me encuentro vacía, breve, acaso sea la mejor oportunidad para redefinirme, para encontrarle nuevos significados a esa l.

lila ya no existe, loo hace rato se esfumó a un mundo paralelo de papel maché, love is in the air y por esto sólo me quedé en esta libertad tan abrumadora, que tras volar como efímera flor insignificante, me llevó a aterrizar y echar raíces. Estoy esperando la cosecha de mi siembra arriesgada. Mucha lluvia o verano. Esta vez mejora el sexo pero empeora la convivencia. Ayer me dijo que prefería botar el yogur antes de dármelo a mí (yo se lo había pedido insistentemente, pues él le quiere echar leche y con eso arruina su esencia de único yogur decente en Colombia. Es como matarlo! Para esa gracia puede comer kumis, que es exactamente lo que él va a hacerle a aquel pequeño y delicioso yogur que yo disfrutaría mucho más que él tal como es. Pero a él no le importa, él cree que es indiferente que vaya a matar el yogur sólo porque cree que porque compré dos, uno es para mí y otro para él. Y yo le concedo ese derecho… Es ciego ante la justicia y la equidad de quién se merece más ese yogur. O soy yo quien tiene la venda del egoísmo en los ojos? No, debí desde el principio decirle que estaba loco, que los había comprado sólo para mí y no oír sus reclamos y comermelo sin remordimiento –principio de la mejor defensa es el ataque- pero ya es muy tarde. Ya le otorgué ese derecho y ese yogur está más disputado que la franja de gaza y no se permiten provocadoras reclamaciones humanitarias).

En fin…