26.8.10

La propia nubecita

Un pollito viaja en una vespa azul celeste. "Se montaba en su nube, en su nube voladora". Grito te quiero, él mira arriba y me lanza un beso. Cuando desaparece por la calle, aparece a cambio una mariposa azul brillante. Morphos azul. La mariposa esta aparece a veces como una epifanía de momentos románticos de nuestro amor. Me gusta interpretarlos como signo de que el cosmos nos aprueba. Eso, desde luego, sé que es pura güevonada. En realidad creo que al cosmos sólo le puede importar lo que me pase, como a un científico le importa lo que le suceda a su conejillo de indias. Y aunque esto es lo que creo, hago caso omiso. No sólo de pan vive el hombre, y menos la mujer.

Hoy el pollito me pidió que lo acompañara al banco de occidente (ni hablemos del motivo) pero como me duele el brazo, porque me lo aporrié hace 12 días en un pequeño suceso de caída, decidí no acompañarlo. Cuando oí el ruido de la moto, salí rápido a
repetir la escena, pero dudé mucho entre si hacerlo o no y cuando por fin me decidí, ya era demasiado tarde.

13.8.10

This city is killing me

Creo que estoy más cerca de lo primitivo que de lo civilizado y que en esto radican todos mis problemas.

Vivo en una ciudad de limbo que tolera algunas de mis excentricidades pero me culpa y condena por no compartir algunos de sus gustos más prioritarios como la misa o el hogao.

Nada de esto importa realmente. Yo permití que me abandonara la persona que más he amado porque estaba convencida que mi amor a la mi tierra era más grande (exceso de carlos vives o juanes aunque no me guste ninguno, tal vez?). Tal vez.

Trabajo 10 o más horas al día en un cubículo de una oficina en el que no me entero cómo está el clima. No tengo derecho a quejarme porque estoy en la cúspide de la pirámide social y todos los que están debajo viven peor... dicen.

Salgo a la calle y me encuentro con una ciudad sin memoria. Iglesias llenas cualquier día a las 7 a.m. Gente desayunando todo tipo de frituras. Millones de vendedores ambulantes.

Cuando era chiquita me prometí a mí misma ser alguien importante. Hoy esa promesa hace eco en mis sueños y me despierto para comprobar que lo traiciono todo, incluso a mí misma y que eso es lo único que tengo.

Estoy al borde de los 30 y paradigmas comienzan a derrumbarse estruendosamente: deja de importarme la belleza y me veo engordar con indiferencia. Dejo de procurar ser artista y me conformo con mi anónima irrelevancia. Deja de ofenderme tener un flickr y blog desolados y escribir virtualmente para mí misma. En pocas palabras, empiezo a sentirme cómoda con el sinsentido, deja de parecerme estúpida mi estupidez y empiezo a encariñarme con lo normal, a sentirme target de lo mediocre, empieza a gustarme la tv.

Es todo producto de la ciudad, de esta Medellín, que no deja otra opción que irse o rendirse.

Y me rindo, sólo que lo anuncio ya un poco tarde.

10.8.10

Lovestory Parte Uno

Se estaba mirando al espejo cuando sonó la puerta.
-Dude, door is open, dijo.
Enseguida entró Evan. Lo miró y le preguntó cuando pensaba afeitarse la chivera.
-Don´t know. I´ve had it for 3 months now and i´m kind of used to it –respondió.
Evin se burló, le dijo que parecía un chico y que si no salían ya iban a llegar muy tarde.

-What´s the name of the guy we´re going?
-Pancho- respondió Evan.
-And you say he´s cool.
-Yes he is, most def he is. He plays guitar like a pro and has always pot at home.
-Ok, let’s go then and see what happens tonight.

Yo estaba en la cama de Pancho, sentada muy pegada a él porque el cuarto estaba lleno de gente. Pancho era mi amigo, pero todo el mundo al principio creía siempre que éramos algo más. La verdad es que nunca nos dimos un beso o tuvimos un “momento”. Éramos sólo amigos, muy buenos amigos. Tanto, que nos importaba poco lo que dijeran o pensaran. Igual, con el tiempo, los que nos conocieran se iban a dar cuenta que no pasaba nada entre los dos.

El cuarto de Pancho no era especialmente grande, pero esa noche estaba lleno de gente. Casi siempre había gente visitándolo porque era muy popular, una de esas personas que todo el mundo quiere. Esa noche habíamos fumado y bebido y yo estaba algo mareada. Intenté reposarme. Me acosté en la cama y puse mi cabeza en un de sus piernas, pues en la otra él estaba enrollando un Joint. Entraron más personas al cuarto. Entre ellas, un tipo altísimo, blanquísimo, con una chivera larga e intensos ojos azules. Yo quería mirarlo bien y hablarle, pues estaba claro que me gustaba, pero antes quería vomitar.

Me paré como pude y fui al baño. Primero vomité, luego cagué. Salí del baño e intenté regresar al cuarto de Pancho. Con tan solo entreabrir la puerta, llegó un vaho de olor a cigarrillo y fiesta que me alborotó nuevamente las nauseas. Decidí salir. Afuera hacia 15 grados, pero aún así era mejor el aire fresco y frío. Me quedé dormida en un sofá de la terraza.

Al rato sentí voces a mi alrededor.
-She´s Panchos girlfriend, leave her alone dude.
-She´s pretty.
-Yeah she is, leave her alone.

Creo que en ese momento abrí los ojos y vi al de la chivera muy cerca de mí.
-Gehts dir gut? (estás bien?), me preguntó con voz suave.
-Ja danke (sí, gracias), contesté un poco asustada. Mir ist kalt (tengo frío), agregué.
Hubo un silencio corto en el que él tomó distancia y pude verlo a él y a su otro amigo. No entendí muy bien qué hacía tan cerca de mí.
-Ich gehe jetzt rein, (voy a entrar ahora), dije.
-Ok, ciao. Machs gut (ok, chao. Que estés bien), dijo.

Y se fue. Se fueron. Yo no dije nada más.

Entré al cuarto de Pancho y la fiesta seguía. Comencé a sentirme mejor una vez me calenté. Pancho tocó guitarra, como siempre, Irvan lo acompañó con los tambores y cantamos. Esa noche dormí en casa de Pancho.

Al otro día, cuando nos despertamos, le pregunté quién era el tipo de la chivera.

-No lo conozco.
-Nunca lo habías visto?, le pregunté
-Sí, una vez antes. Pero sólo hasta anoche nos presentaron.
-Y qué sabes de él?
-No mucho. Que es gringo y que es amigo de unos amigos.
-Dónde vive?
-No sé. Por qué tantas preguntas? Te hizo algo?
-No, anoche lo vi afuera en la terraza. Creo que me estaba espiando mientras dormía. Pero no hizo nada.
Entonces Pancho hizo un mmm y no dijo nada más.

Al día siguiente, que era sábado, llegué a las 5 de la tarde a casa de pancho. No le había avisado que iba a ir. Cuando me abrió la puerta me miró de pies a cabeza.
-Y a ti qué te pasa que estás tan arreglada?
-Es que presiente que hoy lo voy a ver.
-A quién?
-Pues al gringo.
-Ah sí? Y en dónde?
-Aquí en tu casa.
Pancho se rió.
-No querida, acá no será porque yo tengo que salir a trabajar a las 7.

Sentí una enorme vergüenza por estar tan arreglada para nada. Pancho lo debió notar porque me dijo:
-oye, pero si estás linda. Puedes ir a cualquier parte y pasarla bien.
-de hecho tenía una cita.
-Con quién?
-Con los sudtiroler. Se supone que vamos al Shamrock esta noche. Pero la verdad es que quería cambiar de planes.
-Bueno, si no te molesta, Stavros debe estar que llega y con él vamos a ir a una Grillparty antes de que tenga que salir al trabajo. Si quieres, vienes con nosotros.

Y justo en ese momento Stavros entró. Stavros es aún hoy uno de los sujetos más extraños que haya conocido. Pálido como la muerte, con ojos muy abiertos y pupilas muy dilatas a causa de su traba permanente, con espíritu frenético y expresión de psicópata. Además inteligentísimo. Me gustaba su compañía aunque nunca dejé de sentir miedo a su lado. En parte porque sabía que estaba enamorado de mí. No sólo me daba cuenta, sino que Pancho me lo había dicho, a modo de advertencia.

Nos montamos en el carro del que Stavros era chofer y nos dirigimos un lugar para mí desconocido. Cuando llegamos, se trataba de alemanes celebrando una de sus fiestas aburridas. Pancho, Stavros y yo nos sentamos en una esquina de las mesas y nunca llegamos a conversar con nadie más pues éramos los únicos extranjeros. Al rato, Pancho anunció que debía salir para el trabajo. Aburrida, como estaba, consideré irme con él y buscar otro destino. Estaba ya recogiendo mis cosas cuando entró el chico de la chivera sin chivera. Venía otra vez con su amigo.

Mi corazón empezó a latir fuerte. Le dije a Stavros que ya no me iba, que ahora me quedaba. Se disgustó e hizo una cara como de querer matarme y se fue a llevar a Pancho, quien desde la puerta me gritó “ahí tienes lo tuyo”. Le mandé un beso por el aire, se rió y se perdió de mi vista, con Stavros, para mi fortuna. Me quedé sola en la fiesta y escogí posición estratégica al lado de la caja de cerveza. Tarde o temprano los gringos tendrían que venir por una.

Mi estrategia funcionó a la perfección. Me preguntó si podía coger una cerveza. Le dije que no eran mías pero que adelante.
-Du bist Panchos Freundinn, nicht? (tu eres la novia de Pancho, cierto?)
-Nein, bin ich nicht. (no, no soy). Wir sind nur gute Freunde. (solo somos Buenos amigos)
En ese momento vi por primera vez su sonrisa.