27.1.10

El nuevo año debería ser como esta hoja en blanco, listo para llenarse con lo que quiera, con lo que escoja. Pero no es así, arrastra tras sí mucho pasado. Acaso demasiado.

Comienzo con mucho entusiasmo y no me abandona la idea de que a medida que avanzo pierdo fuerza. Tal vez sea mi impresión, tal vez la lectura acertada de la realidad. Soy una pseudo y lo más sensato (antipseudo) que puedo hacer es admitirlo. Soy una pseudoartista, una pseudoprofesional. Y si no fuera porque su significado real es máscara -y por lo tanto tautológico o redundante- podría hasta decir que soy una pseudopersona.

Lo cierto es que ando con la cabeza muy alta, vanagloriandome por saber cosas que no solamente ni puta idea, sino que por qué tanto orgullo saberlas? De verdad importa tanto? Y si alguien es muy bonito yo le encuentro lo feo, y si alguien es muy inteligente lo saco a bailar reggaetón o si alguien baila muy bien yo le hablo de física cuántica. No es que sea rebelde, no. Durante muchos años en esa etiqueta ha estado escondida la mentira, pero ahora lo sé: no me interesa llevar la contraria, sino que no me gusta competir en la misma categoría que se me propone, sino que para defenderme, para llevarme el punto con lo que sea, salto a la linea opuesta, cambiando de pseudo a pseudo, con tal autoridad en la voz y la mirada, que hasta termino por creerme mi mentira.

Y aquí me tengo, en el lugar que me merezco. A veces sospecho que hay algo que lo sabe todo, que conspira, pero ante la imposibilidad de comunicarse regreso a mi mediocre escepticismo. A mi seguridad terrenal. A lo pseudo.

Este año cumplo 30. Vivo con mis papás, no aporto ni medio centavo a los gastos familiares y aún así mi sueldo no me alcanza para satisfacer mis falsas necesidades y mi cuerpo enfermo, hedonista. Suena horrible, las palabras hacen milagros. La verdad es que es una vida maravillosa la que tengo, pero parece que mis 29 por fin indicarán el fin de mi infancia (poco a poco me acostumbro a que en la calle me digan señora, en especial los niños y jóvenes), debo aceptar que es una transcisión obligatoria, no hay más lineas paralelas, opuestas, a donde saltar. La brecha entre la artista y la profesional se cierra mientras mi verdadera identidad, muy escurridiza, se deja ir por el abismo de aquella brecha. De tanto buscarme, me encuentro en cuanlquier parte y por ende en ninguna.

Quisiera poder contar esto mismo en un cuento, en voz de un personaje ficiticio, pero estoy muy ocupada de mí misma como para poder abandonarme. Intento quedarme por lo menos callada para no fastidiar, pero soy una profesional del fastidio (y eso ya lo había escrito antes, aunque no en este blog). Parece que este año habrá querido diario para rato. Sin embargo, daré una tregua. Mi próxima publicación será un cuento (viejo, desde luego). Eso lo prometo.