9.10.09

El Eterno Retorno al Querido Diario

Por fin después de tanto rato, vuelvo a tener ganas de escribir.
A veces la felicidad sabotea el arte. De hecho, es casi siempre así. Y ni hablar del amor. Por lo general la creación artística nace de la soledad, del amor que no hay a quien entregar, de la felicidad que no hay con quien compartir y que se amarga en nuestro interior. Entonces el ser que lo guarda lo transforma en un medio de expresión que entrega a todos y a nadie simultáneamente. En un mensaje que tiene un significado para él en ese momento, al siguiente uno diferente y que los demás interpretan, cada cual a su modo, también variablemente según el momento.

He intentado crear historias, sea escritas, sea en fotografías o en dibujos. Pero siempre todo termina siendo un maldito diario. Una historia de mí misma, que ni siquiera es alegórica, sino simplemente un repaso de los días vividos, del orden cronológico, como si fuera la única manera de hacer intelegible la realidad.

He estado castigándome todo este tiempo, impidiéndome la escritura de diarios y por lo tanto la escritura en general, porque hijuemadre que se me acabaron las historias!

Presiento que un gran cambio ha comenzado ahora que me he contagiado de una enfermedad incurable que ataca el ego. Sufrirla me ha abierto los ojos. Y aunque no es divertido no tener segundas oportunidades y tener que aceptar la vida como es (es decir, sin segundas oportunidades) creo que si no fuera así, jamás hubiera sido consciente que he resumido mi existencia al ego, a la perpetuación de su imperio, que es uno mezquino, pesimista, radical y muy lúcido, pero amenazado constantemente por episodios de demencia que se valen de transtornos del sueño para manifestarme mi otro yo, subyugado, furioso, que quiere apoderarse de mí, vengarse y llevarme a los terrenos de la locura, del no leguaje, de la oscuridad, del olvido permanente donde por fin el gran ego no podría reinar sobre nada, porque ya no quedaría nada de mí, es decir, de este yo que acojo en mi identidad, en mi memoria. De este ego que llamo tercamente "yo", como si me limitara a eso y en eso terminaran mis posibilidades. ese yo atrofiado que me ha conducido a desgracias y a una rutina de vida que no me molesta pero que definitivamente no quiero, pero que me resultan tan difícil dejar.

Una vez más, lo que ha abierto la puerta de escape a la confusión, al dolor, a la depresión, fue el arte. Sputnik, mi amor de Murakami fue fundamental. Radicalmente terminó la autocompasión, los sueños de un día a otro volvieron a ser intensos más no aterradores, volvió a fluir el aire que respiro y con el la motivación vital.

Por delante quedan otras costumbres que cultivar y consolidar. No sé aún cuáles, pero tengo la certeza de las que no volveré a frecuentar. Tengo el reto de introducir un cambio en mi vida. Uno fundamental. He buscado tanto el aprendizaje de la humildad sin haberlo encontrado. Ahora ha llegado, se ha impuesto, no me ha dejado alternativa. Debo abrirme a otra persona, me veo forzada a confiar en un mundo en el que ningún rostro me inspira confesiones. Pero si no lo hago, no creo que pueda sola, pues llevo años intentando encontrar por mi cuenta la salida y sólo logro recorrer círculos viciosos de nefastas consecuencias.

He dejado de ser rebelde, no porque haya muerto en mí sentimiento, sino porque la vida hoy me tiene en un jaque permanente. Y cuando la rebeldía es forzada, no es rebeldía, por más que adentro siga vivo ese fuego adolescente, soñador, inconforme y asqueado.

El mundo… no sé qué es el mundo. Sólo sé que me lleva consigo y que pronto me tragará, me destruirá y si acaso exhale unos cuantos gases con mi aroma más putrefacto. A eso se reduce la vida de mendigos y millonarios y señoras solteras que se creen niñas y se pintan las uñas de rosado como yo.

No, este no es un adiós. Estar enfermo del ego no es más que el comienzo de un nuevo ciclo que aún me resulta extraño e inhóspito.

Espero que esta sea la última entrada a mi querido diario en mucho tiempo. Ojalá a partir de este momento más historias desde el otro lado. Deséenme suerte que voy a necesitarla. Y también valor.