5.1.09

El 2008 en la balanza


Hace rato que no te he escrito, que no me he escrito. Ni una palabra en más de dos meses, mucho para mí en todo caso. Creo que las personas solitarias son quienes viven de la escritura (o el arte en general), pues llega un punto en que necesitan evacuar cosas que no pueden compartir con nadie, entonces las escriben para compartirlas con todos, es decir, con nadie, es decir, con un alguien indefinido, potencial, imaginario, casi inexistente. Es una técnica de comunicación cobarde y valiente simultáneamente. Indirecta, en todo caso. Es como mandar señales de humo ante un horizonte despoblado. No importa que no haya respuesta, el sólo hecho de llevar a cabo la acción genera alivio, como si por lo menos hubieras agotado posibilidades. Como si hubieras dado todo de tu parte para creer y tan sólo esa idea te haga sentir menos culpable de no hacerlo y sencillamente limitarte a vivir y ocasionalmente volver a escribir, como para no dejar de tantear el terreno. Es una actitud casi que científica. Es todo un dispositivo de existencia.

Inmersa en este dispositivo de existencia, pasó todo un año, que pienso catárticamente mientras escribo. Esta navidad estuvo tan agitada que no he tenido ocasión de reflexionar. Éste momento, en que debería estar trabajando o recuperando sueños atrasados para no quedarme dormida mientras trabajo, es un buen momento. Pensar en esto no me permite quedarme dormida. Es curioso que el interés siempre disponga de fuerzas extra a las que la obligación ni siquiera puede aspirar.

El 2008 se llevó a cabalidad, es decir, se lograron las metas que me tracé en 2007, que planeaba incluso en 2006. Afortunadamente, cuando me trazo metas, ya sólo lo hago a nivel profesional, y no se me ocurre más intentar ponerle control al aspecto sentimental. Creo que finalmente entendí que este aspecto es imposible de controlar. Y por lo mismo poco productivo evaluar. Sigo entonces con el tema laboral.

Cambié de trabajo, regresé a la política, me reconcilié con una parte del mundo con la que había estado en guerra por más de 6 años. Ingrid tuvo que ver, sin duda alguna. No por ella misma, sino por lo que representó para este país. Uribe también, por más que me duela reconocerlo. Fajardo tuvo otra porción, conocí su aporte a la ciudad a través de mis dos trabajos de este año e identifiqué un camino abierto que me permite hacer un recorrido y abrir otros caminos que me conduzcan y puedan conducir a quien más quieran hacerlo a otras posibilidades.

Pero quien acaso más influencia tuvo fue en general el trabajo que dejé y las personas que conocí a través de él -Fabio Rico entre ellas-. Tener la posibilidad de bucear en las tradiciones, hacer un viaje a las raíces. Fue como el Burnt Norton de mi vida, para ponerlo en términos de T.S Eliot, poeta con quien más conexión he sentido en mi vida. Sólo hasta ahora puedo reconocerlo. Y curiosamente cuando terminaba este trabajo de comprender la semilla, ella, mi abuela, se moría. Se dejaba morir, vale decir. Y sentí con gran dolor que heredaba el mundo que ella y los suyos construyeron, que ahora yo y los míos recibímos. Supe que es la hora de saber qué vamos a hacer con él, de tomar una decisión, que, además, debe ser la correcta. No basta sólo con vivir, es muy arriesgado y la generación de nuestros padres pueden constatarlo. Hay que ser una generación más inteligente, a la altura de los conflictos que recibimos. Hace falta un plan para que todo este desborde de mundo nos vuelva a caber algún día entre las manos, unas manos sabias que sepan cómo tratarlo, en vez de destruirlo espontánea, ingenua y placenteramente, como hasta ahora.

Entonces, por primera vez en la vida, tras 28 años a la deriva, todo tuvo un sentido, salido del sinsentido mismo que me dio vida y dio vida y muerte a todo lo demás. Por fin adquirir un proyecto y encontrar una causa que realmente me parece digna y así sentirme como una forma perfecta de la naturaleza cuando encuentra el cosmos en medio del caos. Eso fue como haber dado con un salvavidas en medio del mar incomprensible universal donde comenzaba a cansarme de luchar y ahogarme lentamente en la desidia, el cansancio y más que nada el desespero. Tuve ataques de malgenio que creí que se volverían crónicos dada su intensidad y frecuencia. Afortunadamente no fue así y una tarea para nada esperanzada pero sí muy concreta y posible me dio algo de norte, de calma. Una puerta que se abrió para sacarme de la rutina de disipar mi malhumor con trabas, esperando futilmente una cura, cuando lo que cosechaba era una nueva enfermedad. Un trabajo que comienza desde su misma base y me permite ser conciente de la forma que adquiere con cada paso. De lo que debe hacerse a continuación. No por nada usé la palabra pro-yecto (que tiene la particularidad que su sustantivo usa la conjugación del verbo en la primera persona singular, generando ese sentimiento de envolvimiento y responsabilidad!) Y a pesar de ser un proyecto real y/o digno, no sirve para nada. Es importante aclarar esto: la defensa de cualquier cosa, la que sea, es inútil en sí misma, sin escapatoria (por aquello del omega). Y sin embargo, llevarlo a cabo, podría cambiarlo todo, o mucho, o un poco, o algo. No importa qué tanto, nunca he sido de cantidades, en especial cuando la economía depende de artefactos hologramáticos como el efecto multiplicador. Una técnica que puede usarse con otras intenciones, como ésta. Por eso hablaba al comienzo de dispositivo, por su potencialidad. Lo definitivo es hacerlo, disfrutar de ese momento en que todo adquiere una forma armónica y, sin importar si con o sin sentido, es bello y gratificante. Porque esa es la vida, desde la pulga hasta la ballena, pasando por mí, por ti, por todos, incluso los indefinidos.

La lección más importante del 2008 llegó justo con el cambio de año, con sus días agotados, listos para ser mirados en retrospectiva. La conclusión ya la sabía: la vida no da segundas oportunidades. Lo perdido, perdido está. La noche (o el año) que llevó de una idiotez a otra no se va a repetir para que puedas deshacer una a una las acciones y palabras y recuperar todo lo que, de la manera más estúpida y adolescente, perdiste, como si hubieras ido "all in" por un par de 3 en un juego de póker que al igual que en el mundo, no le crees a nadie que tenga algo realmente y piensas (el maldito pensar!) que con tu insulsa suerte podrás vencer el azar. Pero no, porque la vida está hecha de sorpresas y no existen segundas oportunidades. Lo perdido no volverá y muy probablemente tendrás que soportar el dolor de ese gran esfuerzo hecho para nada, ya atrapado por el agujero negro del pasado que se abre como caja de pandora en tu insomnio y se inmortaliza en la memoria para torturarte día a día tu corazón voluble, tu orgullo imaculado, para quitarte ilusiones, oportunidades para siempre. Pero así como conocías la maldición, conoces también la solución (y ese saber no significa comprender, a lo mejor necesitarás 28 años para hacer esa diferencia y hasta entonces repetir errores): que la vida sigue, seguirá y te repartirán nuevas cartas que llegarán inexplicablemente y que serán tan envolventes que olvidarás estas preguntas fundamentales (en el sentido literal de la palabra) y te resignarás a jugar con toda la pasión que te permita tu ser.

Y es que no hay segundas oportunidades, pero sí terceras y cuartas, sencillamente "otras", diferentes a las primeras, sin importar qué tan parecidas o falsamente repetidas, atadas acaso en una dimensión de sentido que no percibimos en nuestra ciega tridimensionalidad. Nunca vuelve lo mismo, pero siempre vuelven otras cosas, porque no por nada en la postmodernidad se llegó al lema "show must go on", en nuestro más patético intento de ser creadores y no resignarnos a actuar como marionetas de lo inintelegible, porque aún nos rehusamos a creer (entender?) que el máximo poder no está en la razón. Y mucho menos que los humanos no somos la cúspide evolutiva. O tan siquiera, que la vida, o sencillamente la existencia, no es una finalidad, ni mucho menos un medio. Very tricky. Very. Hace falta una mente abierta, pero más que nada valiente, para soportar la idea y continuar sobre esta base. Hace falta una gran disciplina y un espíritu que haya sufrido pero no haya sido derrotado para reponerse y trazarse un proyecto a la medida de su humildad, sin por esto dejar de desafiar sus capacidades.

Llevo poco tiempo en este trayecto, sin aspiraciones diferentes a vivir una vida sensata, comenzando a entender que mis excesos tan sólo han sido la repetición de un patrón que ha comenzado a quedarme pequeño y por lo mismo sientiéndome capaz de cambiar, lo cual, en la especie humana, en especial en ejemplares tercos como el mío, es una especie de milagro.

El 2009 empieza en la misma ciudad, en el mismo espacio-tiempo, pero con una realidad, que no por familiar o reconocible es parecida. Estoy viviendo otra vida, así de sencillo, tal y como en otra mano de la misma partida. O acaso como en un universo paralelo. Nuevo lema, nuevas fichas, nuevo dispositivo. En 2010 les contaré a dónde me ha llevado.