14.10.09

La simple historia de una mañana en la vida de Juan

Juan caminaba por la calle sin esperar nada. Era un día más, como cualquier otro. Veía un paisaje al que estaba tan acostumbrado que no le prestaba ya atención. No pensaba en nada en concreto, sencillamente se limitaba a dejarse a llevar por el ritmo del andar, que le resultaba completamente natural tras sus veintitantos años de vida.

Al llegar a la parada de bus se detuvo sin prestar atención a las personas que esperaban allí al mismo bus, o tal vez a otro. Cambió la canción del ipod que comenzó a sonar en ese momento, pues se le hacía que las 7:30 a.m. no era una hora apropiada para system of a down. O por lo menos no justo ese día, en el que el mundo era tan suyo, o más bien él era tan del mundo, que casi parecía que no estuviera allí, o que no hiciera falta que estuviera allí. De repente, este mismo pensamiento, le devolvió por un par de segundos la conciencia de estar vivo y sentir un asomo de asombro por la existencia. Por fortuna, are you gonna be my girl no era una canción que estimulara pensamientos profundos como aquel, que apenas si logró tomar forma en su mente; y acto seguido, sin proponerselo siquiera, se empeliculó imaginando un episodio amoroso hipotético con una chica potencialmente tan buena como la de la canción, que lo elegía a él por encima del imbécil de Guillermo, a pesar de que él no tuviera ni su pinta, ni su carro, ni su soltura, ni ninguna de esas cosas que estaba claro que los diferenciaban y hacía de Guillermo un tipazo y de Juan un donnadie.

Lo que más le molestaba de todo era que ni siquiera podía odiar a Guillermo, pues no era mala persona. Todo lo contrario. Era… y antes de comenzar a atribuirle bondades notó que Jet había terminado su canción y que su fantasía se estaba extendiendo más de lo necesario, no sólo en tiempo, sino en reflexiones paralelas que tampoco le ayudaban a comenzar con buen ánimo el día.

Para su fortuna, el bus llegó en un lapso inferior a los 30 segundos siguientes y no tuvo que preocuparse de encontrar con qué distraer más su mente. Subió, pagó el viaje y al darse vuelta hacia los asientos vio a Mariana. Mariana había sido novia de uno de sus mejores amigos. Pero ahora curiosamente estrechaba cada vez más los lazos con ella mientras se distanciaba más de su amigo. No tanto porque se lo hubiera propuesto así, sino porque con frecuencia se la encontraba en los buses y en la universidad, ya que la similitud de horarios y el hecho de tomar la misma ruta de bus generaba estos repetidos encuentros, ientras que su amigo iba a otra universidad y cada vez era más difícil sacar tiempo para cruzar la ciudad y verlo.

Apagó el ipod y envolvió los audífonos alrededor del dispositivo mientras se sentaba junto a ella y le dirigía un saludo estandard.
-qué más?
-bien o no?
-ah bien.
-vas pa clase?
-no, para la biblioteca
-con razón, ya me extrañaba porque la vez pasada te entendí que los martes en la mañana los tenías libres
-sí, pero hoy hay una tutoría en cálculo para presentar el final, que no puedo perder.
-con cuánto lo tenés que ganar?
-4.5
-uff, la tenés difícil- y tras decir esto, Mariana sonrió con una intención que Juan no supo si era de ánimo o consuelo o las dos al tiempo. En ese mismo instante, antes de poder determinar cómo se sentía frente a este gesto y estando aún totalmente desprevenido, sin siquiera haber pensado en esa posibilidad antes, Juan se dio cuenta que Mariana le gustaba. Y no era que le pareciera bonita su sonrisa, o ella, no. Era más bien una calidez delicada escondida muy adentro que de repente se hubiera extendido gracias a esa sonrisa y le hubiera dejado un mensaje contundente que decía que no le gustaba sin más, como cualquier chica bonita, sino como una especial de la que se está a punto de enamorarse. Él ya conocía ese sentimiento, la vez pasada no había llegado tan de repente, había sido más fácil identificarlo pues crecía con el entusiasmo del día a día. Pero ahora, de repente, se había dado cuenta de que la vida le había cambiado en un instante y ya nada volvería a ser igual con ella. Pero, ¿por qué? ¿Cuántas veces se había reído Mariana?, muchas. ¿Y por qué antes no se había fijado en ella? ¿Por qué sólo le parecía una compañía agradable para pasar sus trayectos en el bus y ya? ¿Por qué resultaba de un momento a otro que una sonrisa le anunciaba que se abrían las puertas de un amor, cuando Mariana hasta ese día no le había inspirado ni una sola paja, cuándo ni siquiera sabía si tenía las tetas grandes o pequeñas?

-¿Por qué me estás mirando las tetas? –dijo Mariana, pasando de la dulce sonrisa a un incipiente enojo.